Pasado y presente se encuentran cuando la cineasta Natalia Almada recupera unas grabaciones sobre su bisabuelo Plutarco Elías Calles, general revolucionario que llegó a la presidencia de México en 1924. A Calles se le llamó “El Bolchevique”, “El Jefe Máximo”, el “Quema-Curas”; se le recuerda como el dictador que gobernó detrás de todos los presidentes sucesores hasta su exilio en 1936. A partir de unas grabaciones de Alicia Calles, El General gira entre los recuerdos de una hija que lidia con el retrato histórico de su padre y el peso de su legado sobre el México de hoy. El tiempo se borra en este fascinante y complejo retrato de una familia y un país que viven bajo la sombra del pasado.
El General cobra aliento en las pláticas de seis horas que mi abuela Alicia Calles, grabó sobre su vida y la de su padre, Plutarco Elías Calles, general revolucionario y presidente de México de 1924 a 1928. Alicia realiza dichas grabaciones en un intento por escribir la biografía de su padre, una tarea que se suponía yo terminaría. Con este documental revelo el conflicto que mi abuela tiene al intentar conciliar los recuerdos de su padre con el retrato histórico de El General, al tiempo que exploro cómo este pasado conforma el México actual.
Se acerca el año 2010, y con él la celebración de dos momentos decisivos de la historia de México: la guerra de Independencia de España ocurrida en 1810 y, cien años más tarde, el estallido de la Revolución que buscaba el derrocamiento de una dictadura de treinta años. Como si estuviese congelado en el tiempo, desde hace casi un siglo escuchamos el mismo clamor político: “Sufragio Efectivo”, no sólo el derecho a votar sino que el voto cuente. En 1910, los revolucionarios lucharon por la redistribución de la tierra y de la riqueza; no obstante, el salario mínimo sigue siendo de aproximadamente 54.80 pesos al día, mientras que la revista Forbes avisa que México
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tiene el honor de ostentar a algunos de los hombres más ricos del mundo. Pese a todo, aún preferimos entonar los gloriosos corridos sobre Pancho Villa y Emiliano Zapata, en lugar de poner en entredicho los fracasos de la Revolución para establecer la democracia, la justicia y la igualdad, los objetivos que ésta pretendía alcanzar.
Como mexicanos, guardamos silencio detrás de nuestras máscaras festivas. Nos reímos de las contradicciones irreconciliables y aceptamos nuestra condición como si fuese el “destino” o la “mala suerte”, con miedo a examinar la historia detenidamente.
Mi bisabuelo está enterrado al lado de Francisco Villa, Francisco I. Madero y Venustiano Carranza en el gigantesco Monumento a la Revolución que vierte su pesada sombra sobre la Ciudad de México. Maestro de escuela primaria en una zona rural, Calles se unió a los revolucionarios para pelear contra la dictadura de Porfirio Díaz, quien gobernó México por 30 años. En 1924, Calles llega a la presidencia de México. Durante su tiempo en el poder, se llamó “El bolchevique” y “El jefe máximo”. Hoy también se le recuerda como el fundador del PRI, el partido político que gobernó durante siete décadas, o el “quema curas” que cerró iglesias y cometió crímenes violentos en contra del clero, y como el dictador que gobernó detrás de los presidentes sucesores hasta que fue exiliado en 1936. El General transita entre los recuerdos fragmentados de mi abuela sobre su padre y mis impresiones de la Ciudad de México. La línea entre el pasado, el presente y el fututo se borra al mirar hacia atrás para entender el hoy y al hoy para entender el pasado.
En la película una mujer que compra flores de cempasúchil para el Día de los Muertos afirma: “Queremos a los muertos, pero están muy caros.” El General toma en cuenta el precio que pagamos por nuestras remembranzas y nuestra historia; las heridas que cerramos y las que ignoramos. Como tal, la película es tanto un recuerdo de familia como un retrato del México de entonces y de ahora.
Natalia Almada
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